miércoles, 16 de mayo de 2012

Todos los penes se habían metido del polvillo amarillo para convertirse en cuartos oscuros penetrables. 

El cineasta se había quedado con ganas de ver la tragedia. Pero como cineasta al fin rodó lo que ocurría.


Eran tiempos difíciles porque doña Cleotildiqueñequi estaba con ganas de soledad en su vagina. Y ya era el quinto racimo de flores que le nacían a la orilla de sus miembretas, pues el señor flor gustaba de la procreación. Ella era señora penetra. Con sus ojos claros, dientes afilados y sonrisa a flor de piel.

El brillo relucía dentro de los calzoncillos. Blanco, con pequeñas pelucitas que se encontraban jugueteando por los rincones. Riendo.

En el zoológico de Mayagüez, el pingüino se había dado cuenta de que haberle ganado el Oscar a "carritos de guerra" no había sido ni tan tan.

En el mundo animado, los Spielbergs andaban cantando la canción del dinero, mientras los "pitufionsitos" lloraban, pues su pedazo de zanahoria mágica estaba rondando con el malo por los jardines.
El negro se prepara para su resignificación.

Y ahora llegan nuevos carritos.
La verdad católica de los pensamientos. 






Y mientras tanto el carrito sigue cagando verde y los espejuelos del don don, poniéndose más opacos.

Yo tengo 7 años.



  



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